Aquí en Luján hubo un gesto de la Virgen y nos hace bien recordarlo:
en 1630 una pequeña imagen de la Pura y Limpia Concepción, se quedó. Iba
a otra parte la caravana, pero la Virgen provocó la parada.
Desde ese momento en este lugar hubo visitas, peregrinaciones,
encuentros con la Virgen. Desde ese momento la Patria tuvo madre. La
imagen, al principio, estaba en una taperita, después una iglesia… y
hoy la Basílica tan linda y tan cuidada.
Aquí aprendimos a detenernos y recibir vida. Aquí junto a la Madre de
Jesús venimos a descansar, a confiarle la vida de otros, la vida que
muchos fueron cargando en la peregrinación, en el silencio y la oración
por el camino. Aquí el pueblo sencillo y creyente de nuestra patria fue
creciendo también en algo tan característico del lugar: la solidaridad y
la fraternidad. Y con este modo simple, de encuentro y silencio armó
nuestra Madre el santuario: esta es la Casa de los argentinos. La
Patria, aquí, creció con la Virgen; la Patria aquí tiene a su madre.
¡En esta su Casa de Luján cuántos vinieron a recibir la fe en el
bautismo, a cumplirle promesas o a confiarle su necesidad, sus dolores o
sus problemas! Por el templo anterior a esta Basílica, cuando la Patria
empezaba, pasaron San Martín y Belgrano al principio y al final de sus
campañas. Pasaron ellos, como muchos, en medio de la gloria, y cuando
quedaron solos y olvidados, le confiaron su tristeza. Sabían que la
Patria tenía Madre.
Hoy es su fiesta, al celebrarla a Ella que recoge las visitas y las
oraciones de los hijos, le pedimos aprender a ser como el Negro Manuel,
silenciosos observadores de la vida y el camino de esta Patria, y a
rezar por ella con la fidelidad del pueblo que intuye esta presencia de
madre y por eso confía. Somos parte de esta historia del milagro que
continúa y se sigue escribiendo. A ella también le pedimos la gracia de
saber trabajar por la Patria, hacerla crecer en la paz y concordia que
nos da el sentirnos hermanos, desterrando todo odio y rencor entre
nosotros.
En este lugar tan santo, lleno de fe y esperanza, pedimos hoy a la
Madre que cuide a nuestra Patria. En particular a aquellos que son los
más olvidados, pero que saben que aquí siempre hay lugar para ellos. Así
fue desde el principio: la Virgen cuidó desde muy adentro del corazón a
esta Patria, comenzando desde los más pobres, los que para los
suficientes no cuentan… pero aquí sí que son tenidos en cuenta. Por ello
a los hijos de la Virgen de estas tierras nunca les falta la protección
de nuestra Madre.
En Luján hay un signo para nuestra Patria: todos tienen lugar, todos
comparten la esperanza y todos son reconocidos hijos. Hoy vinimos a
rezar en esta fiesta de la Virgen, en este año Bicentenario, porque aquí
crecimos y aquí nuestra Patria siempre tuvo una bendición, porque tiene
una madre. No tenemos derecho a aguacharnos, a bajar los brazos
llevados por la desesperanza. Recuperemos la memoria de esta Patria que
tiene madre, recuperemos la memoria de nuestra Madre. Miremos a la
Virgen y pidámosle que no nos suelte de su mano. Gracias Madre por
quedarte con nosotros.
Card. Jorge Mario Bergoglio s.j.